Ética y valores

Importancia del respeto a la identidad nacional ante los fenómenos asociados a la globalización

La cultura

Muchas veces escuchamos decir que México es un país muy rico en cultura, que se debe respetar nuestra diversidad cultural, que compartimos ciertos símbolos que configuran nuestra identidad nacional o que somos un país que sustenta y afirma una pluralidad de culturas, ¿pero qué significa realmente esto? ¿Por qué es tan importante la cultura? ¿Qué es la identidad y cómo se configura?

Por otro lado, se piensa que las actitudes de ciertos mexicanos hacia las personas que son distintas al común de la población llegan a ser preocupantes.

¿Qué pasa entonces con nuestra riqueza cultural?, ¿somos una pluralidad de culturas que no pueden convivir?, ¿qué pasa con el cuidado de nuestra democracia? ¿Recuerdas la importancia de la justicia y la libertad para formar un Estado de derecho democrático?

A continuación expondremos los conceptos necesarios para que, poco a poco, vayas construyendo una posible respuesta a las preguntas, nada fáciles, que acabamos de plantear. Nos encontraremos que, como en cualquier área del conocimiento, las definiciones con las que se trabaja son controversiales y en ocasiones escurridizas. Sin embargo, serán de gran ayuda para introducirnos al tema y apropiarnos de estas problemáticas.

Así como has heredado algunos rasgos de tu familia, igualmente has heredado rasgos culturales de tus antepasados que te diferencian de otras comunidades y te hacen ser único. Tu lengua, música, gastronomía y demás tradiciones son en reali-
dad un puente que te une a tus antepasados. La cultura mexicana es, por ejemplo, herencia indígena y europea producto de la unión de los pueblos prehispánicos e ibéricos.

La noción de cultura que hemos revisado engloba la idea de comunidades con valores y una visión del mundo compartida, un tanto homogénea. Sin embargo, hay pensadores como Miguel Ángel Essomba (Barcelona, 1971), que proponen que es
mejor que hablemos en términos de identidades culturales.

Las razones que plantea el autor son importantes para la realidad social. En primer lugar, resalta que cada vez es más claro que los individuos sienten cercanía o afinidad por algún rasgo cultural en la medida que tienen algún lazo afectivo que los
vincule. Al parecer, esto indica que un individuo se sentirá miembro de un grupo cultural que le brinde seguridad personal y arraigo siempre y cuando respete sus diferencias individuales.

En segundo lugar, el autor parte de que no existe una misma escala de valores para todos los grupos humanos (incluso dentro de un mismo grupo), y señala que éstas son condiciones sin las cuales no es posible vivir en sociedad.

Será necesario detenernos un poco más en esta propuesta, pues tiene consecuencias muy relevantes: si esto es cierto, entonces lo cultural, o como el autor propone llamarle, la identidad cultural, no se identifica con elementos objetivos, como es impresentable hablar del color de piel como un «elemento objetivo» o característica de una civilización, sino que se manifiesta sobretodo en el plan efectivo.

Esta postura evita que se caiga en estereotipos cuando intentamos identificar lo cultural. A la vez, concebir individuos pertenecientes a un grupo, reconociendo como una cultura, que no sea afín con él. Por ejemplo, pensemos en el caso de una persona que abandona su lugar de origen porque le ocurrió algo muy doloroso. Externamente, podríamos identificarlo como una persona originaria del pueblo, pero él ya no se siente parte del mismo, pues habría perdido un lazo efectivo.

Estas dos distinciones son fundamentales para analizar, entender y proponer so luciones a los problemas que pueden surgir con el incremento tan acelerado del intercambio tan complejo de información en la sociedad globalizada.

Ambas nociones de cultura son útiles. Donde se comparte valores y visión del mundo o donde la identificación cultural depende de la base efectiva; esto nos lleva a profundizar en la noción de identidad. Nota que a partir de estos conceptos los
grupos culturales o la identidad cultural abarcan contextos urbanos (ciudades) y contextos no urbanos (comunidades, poblados pequeños, pueblos).

a profundizar en la noción de identidad. Nota que a partir de estos conceptos los grupos culturales o la identidad cultural abarcan contextos urbanos (ciudades) y contextos no urbanos (comunidades, poblados pequeños, pueblos).

Por ello podemos entender como culturas a las tribus urbanas o a las diferentes etnias que existen en el país, al mismo tiempo que podemos dudar de que todos los que entren en esas categorías comparten con el grupo una identidad cultural homogénea.

Identidad

Más allá de lo biológico, la identidad se construye sobre lo social. Frecuentemente relacionamos la noción de identidad con el país en donde nacemos o crecemos y nos identificamos con sus fiestas, comida, tradiciones o maneras de saludarte. Incluso tenemos credenciales «de identificación» que en realidad mostrará a lo mucho nuestra fotografía y algunos datos personales, pero no hablarán de nuestros gustos, preferencias, nuestra comida favorita y cosas por el estilo. Sin embargo, aprender de otras culturas, tener amigos de otros países, no nos hace perder nuestra identidad, por el contrario, quizá hasta nos ayuda a reforzarla.

Manuel Castells, en su libro La era de la información: Economía, sociedad y cultura referencia a un rasgo cultural, o a un conjunto de rasgos culturales, al cual se le da prioridad por delante del resto de fuentes de sentido.

El autor habla de un proceso; eso quiere decir que concibe la identidad como algo cambiante, algo dinámico. Podríamos decir que nuestra cultura cambia muy seguido. Ver así la identidad nos lleva a pensarnos como participantes de nuestra propia cultura. La cultura no está hecha de una vez y para siempre, ni se encuentra toda en los libros.

Lo que ya encontramos hecho, o lo que se asume como verdadero en el mundo en que nacemos, son muchos elementos. Por ejemplo, la lengua, las religiones o valores de todo tipo. Lo anterior queda más claro si te pones a pensar que tú no elegiste tu lengua materna, no elegiste nacer en tu localidad, no elegiste nacer en una época en la que se permiten o prohíben muchos actos. De este modo, el autor propone que es posible elegir aun en estas condiciones heredadas.

Además, la definición de la identidad que nos ofrece el autor conlleva una característica de apertura que nos posibilita acercarnos al otro, al que es diferente, desde desde una postura empírica. La empatía es la capacidad de identificarse con otros términos mentales y afectivos, de tal manera que uno se puede reconocer en el otro, en el que es diferente, aunque sea parcialmente.

Lo importante es que esa parcialidad, ese «pedacito de parecido» con el otro, puede llegar a generar un nuevo sentido en la interacción social, da espacio a un verdadero intercambio. Interacción con sentido quiere decir un comportamiento con significado. Piensa en un encuentro que hayas tenido con una persona de un lugar diferente al tuyo. Es más, pensemos en esos programas de televisión que nos muestran costumbres de pueblos en países muy lejanos, que lo primero que nos genera al verlos es una sensación de desconcierto, que nos deja perplejos por lo extraño que nos parece y por ello nos sentimos completamente ajenos. No nos reconocemos en ese espacio simbólico de otras personas.

Por ejemplo, en Japón, desde el siglo XI hasta el XIX, existían monjes budistas llamados Sokushinbutsu que iniciaban su proceso de momificación mientras estaban. Iniciaban una dieta rigurosa para eliminar las grasas de su cuerpo y una serie
de proceso hasta que morían y su cuerpo quedaba momificado. ¿Sientes empatía con esos monjes? Lo más probable es que no, al menos no en primera instancia. Sin embargo, cuando pensamos que aquellos monjes actuaban conforme a una
creencia religiosa, mística, puede ser un primer punto de encuentro.

Podemos asumir que todos nosotros tenemos creencias que no podemos justificar con el uso de la razón y que no por eso son tonterías o locuras. También podemos participar en rituales como ir a misa y creer que hablamos y nos comunicamos con una entidad intangible, cuya presencia –estamos seguros–percibimos. Esta seguridad de su presencia da sentido a las peregrinaciones, a las peticiones a los santos, a un conjunto de actos que a la luz de otras culturas podría parecer innecesario o extraño.

No parece de los más normal ir a misa (aunque no seamos católicos) por que nacimos dentro de un grupo social que dotó de significado esos actos y símbolos para interpretar nuestra realidad. Pero imagina que también esos monjes japoneses nacieron en una época y en un grupo social donde le daban significado a otras cosas, tanto que dentro de sus opciones existiera la de volverse monjes budistas y, además, optar por ese acto.

De igual forma, en nuestra cultura existe la opción de convertirnos en sacerdotes católicos, o en monjes, o de formar parte de una congregación religiosa o la de convertirse en un músico grupero o deportista.

Nota entonces que dentro de esa enorme disparidad que hay entre esos monjes japoneses y tú existe algo común, y esa característica similar es la que puede abrir la puerta a la convivencia entre personas de costumbres e ideas diferentes entre sí. Tal vez pienses que este ejemplo es muy extremo, pero precisamente si en esos extremos se pueden hallar puntos que permitan la empatía, ¡imagínate cuántas oportunidades de encuentro hay cuando las diferencias entre personas no son tan grandes!

También existe la postura de pensar la identidad como algo fijo. Su utilidad radica en que puede ser el punto de partida para identificar lo que queremos transmitir a nuestros descendientes, lo que consideramos necesario para decir «son de los nuestros». Por otra parte, lo valioso de las posturas que ve en la identidad un proceso cambiante y no algo estático, es la posibilidad de enriquecimiento de las identidades en los procesos de intercambio.

Lo que hemos mencionado da la oportunidad de concebir la transformación de la identidad sin pensarla como pérdida. Sin embargo, existe la preocupación de que los intercambios culturales drásticos o rápidos, que implican fenómenos como la inmigración y la globalización, generen pérdida de identidad, lo que nos lleva al siguiente tema.

Multiculturalidad, interculturalidad y globalización

Finalizamos el tema anterior mencionando que ha emergido la preocupación de la pérdida de identidad. Como respuesta a este miedo surgió la idea del multiculturalismo. Inició en Canadá con la idea de que el inmigrante siempre se encuentra en peligro de perder su propia identidad cultural. Por ello, se planteó como propósito la protección y reconocimiento de las diferencias culturales que se encuentran presen tes entre distintos grupos sociales que cohabitan en un mismo espacio.

Se opone a una única cultura nacional dominante; el multiculturalismo intenta evitar que se establezca alguna tradición para todos los del país. Para entender un poco el contexto del surgimiento de esta idea hay que tener presente que en Canadá existe una región en donde la lengua oficial es el francés y otra donde el inglés, pues su origen se ubica en la integración de lo que fueron territorios coloniales de Francia e Inglaterra. Además, Canadá cuenta con un influjo de inmigrantes muy alto.

El multiculturalismo, en lugar de buscar crear una mezcla uniforme de las culturas que componen un Estado, busca más bien crear un mosaico donde las distintas culturas coexisten, cada una con un espacio propio. Busca ser más que la simple suma de distintos grupos étnicos. Es posible caracterizar al multiculturalismo como una propuesta cuya pregunta guía es la siguiente: ¿cómo es posible que culturas completamente distintas y estilos de vida aparentemente incompatibles puedan convivir en una sociedad de manera pacífica y cooperativa?

El multiculturalismo en México surge como reacción a los resultados de una política llamada indigenismo, implementada por el Estado mexicano durante la primera mitad del siglo XX. Esta política tenía por objeto la integración de las comunidades
indígenas en la vida social, política y económica de la nación. Partía del supuesto de que la convivencia armónica de una sociedad con diferentes grupos étnicos se lograría mediante la mezcla de las mismas, es decir, mediante el mestizaje o asimilación.

Esto es, se pensaba que generar la igualdad entre la población implicaba quitar características a los indígenas para que se acercaran más a los mestizos (es decir, a la mayoría). Se trabajaba de seguir ideales de unificación nacional, pero a partir de una sola lengua y una sola cultura.

En 1964, la Secretaría de Educación Pública adoptó este modelo como programa educativo en las zonas indígenas. A partir de entonces, se ha desarrollado un nuevo clima social y político que dio lugar a lo que Natalio Hernández llama la utopía de la diversidad cultural del siglo XXI, que en palabras de Luis Villoro, según Hernández » […] busca refrendar el valor de la comunidad, de la igualdad y la diferencia, de la democracia participativa, de la pluralidad en la unidad, para dibujar un nuevo proyecto de Estado […] Se trataría de un Estado plural, basado en la unión libre de muchos pueblos y etnias, un Estado incluyente de todas las diferencias. Su unidad no resultaría de la imposición de un grupo o de una nacionalidad sobre las demás, sino de la cooperación de todos en un propósito común seria «un mundo donde caben muchos mundos».

Los críticos del multiculturalismo piensan que una posible consecuencia de esto es que el Estado termine divido en microcomunidades que no necesariamente coexisten en cooperación o que interactúan entre sí, sino que muchas veces se encuentran en conflicto y competencia.

Interculturalidad

La interculturalidad propone un modelo de convivencia diferente al de la multiculturalidad. El concepto surge en Francia, pero como todos los conceptos que hemos abordado a lo largo de este libro, no existe un consenso teórico sobre su definición.
Sin embargo, Francesc Carbonell señala que existe un acuerdo, no tanto en su definición sino su objetivo. La interculturalidad promueve:

  • La igualdad de oportunidades para todas las personas para compartir un mismo espacio y tiempo conviviendo en el mismo.
  • El respeto a la diversidad.
  • La creación de entornos sociales que hagan posible el intercambio y enriquecimiento recíproco entre personas de orígenes étnicos o culturales distintos, es decir, con diferentes identidades culturales.

El modelo de interculturalidad se enfoca en facilitar espacios para el intercambio, el enriquecimiento y la comprensión, pues parte de la necesidad de interdependencia entre las personas de una misma sociedad; esta interdependencia marca el rumbo
para la acción, para no quedarse en un nivel contemplativo. Fíjate cómo uno de los factores que puede generar problemas entre diferentes grupos con identidades culturales distintas puede ser la falta de reconocimiento de interdependencia. Esto
es, no darse cuenta del papel que tiene el otro en mi vida, ser ciego a la red social en la que estoy inmerso.

Miquel Ángel Essomba nos señala que la interculturalidad, además de ser una postura teórica, también es una práctica para realizar diariamente, por cualquier persona que no se conforme con lo que ya está dado, que busca mayor igualdad y justicia. El autor advierte que la interculturalidad es responsabilidad de la sociedad civil, no del gobierno.

En sentido estricto, inter es entre o en medio o entre varios, con lo que el término interculturalidad no se ciñe únicamente a la relación entre naciones o etnias; va desde la diferencia entre un niño y un anciano, entre un hombre y una mujer, entre un protestante y un ortodoxo, y ejemplos similares, en donde podemos ver que, si bien cada uno de los polos tiene sus características propias, en principio podrían coexistir.

Una aportación invaluable de la interculturalidad es que permite fortalecer nuestra identidad y poder diferenciarla de los demás ciudadanos del mundo, siempre en términos de respeto e igualdad. En nuestro país, gozamos de la fortuna de tener contacto con muchas culturas, por ejemplo, la cultura mije, la maya, la urbana, entre otras, y eso nos permite consolidar nuestra identidad de mexicanos. La interculturalidad también facilita actitudes que favorecen la comunicación y el entendimiento entre todos los miembros a fin de lograr el beneficio común, respetando siempre los derechos de todos y cada uno, así como su dignidad y autoestima.

Conocer la gastronomía, la música, la danza, las expresiones artísticas en general son una buena manera para iniciar contacto y relación con otro grupo cultural; sin embargo, aclara Miquel Ángel Essomba, que la interculturalidad va mucho más allá,
que «el verdadero diálogo intercultural se establece en términos axiológicos: el valor de la vida, de la muerte, el significado del amor, de la amistad, de la familia, el rol del trabajo y de la productividad en la existencia; ahí encontramos el guion del escenarios de la interculturalidad».

Vale la pena reflexionar con una idea que John Rawls, filósofo norteamericano de la política, manifestó en más de uno de sus trabajos: que lo que hace falta es ponernos de acuerdo en un conjunto pequeño de valores, los mínimos necesarios, y a partir
de allí fomentar y desarrollar una ética práctica que resuelva, bajo las contingencias propias del momento histórico que se vive, la convivencia de los ciudadanos reales.

Un fenómeno más relacionado con la interculturalidad es la globalización. Al principio, el término globalización se usaba en sentido estrictamente económico para referirse a la integración, intercambio y homologación de los mercados alrededor
del mundo. Esto significa que las reglas económicas que rigen el comercio en el mundo son cada vez más parecidas de un país a otro, sin importar la lengua y las fronteras. Como este fenómeno también implica la movilización de trabajadores de
un país a otro y la creación de empresas transnacionales, la globalización se ha convertido, poco a poco, en un asunto cultural y no sólo económico. Las culturas alrededor del mundo tienen, cada vez más. la oportunidad de conocer otros grupos e intercambiar aspectos de su propia identidad. Esto ha derivado en un enriquecimiento cultural de dimensiones globales.

Posiblemente, la globalización no favorece del mismo modo a todas las culturas. Existen culturas muy vulnerables que, por sus propias características, son absorbidas por la globalización poniendo en riesgo su identidad cultural. Es importante, por esta razón, conocer tus tradiciones y valores culturales, apropiarte de ellos y hacerlos respetar. De tal forma que, al conocer tu identidad y reafirmarla, puedas convivir con personas de otras culturas sin poner en riesgo la tuya.

Diversidad de manifestaciones culturales en México

En esta lección has reconocido que tu país presenta una gran riqueza cultural de la cual formas parte y que da pie a la noción de diversidad. Esto no es otra cosa que las variadas formas o patrones culturales que las sociedades mexicanas adoptan al
desarrollar las diferentes facetas de la vida en sociedad. La diversidad cultural se manifiesta en aspectos como relaciones humanas necesidades básicas como alimentación y vestido, estilos familiares, valores que representan mayor o menor importancia en el grupo social, entre otros. Algunos elementos que intervienen en la conformación de los rasgos culturales van desde los hechos históricos, la estructura política y social, las condiciones ecológicas o ambientales, las formas de convivencia humana y las necesidades económicas. La diversidad cultural de México tiene que ver con el antecedente histórico de ser un espacio que ha vivido un gran intercambio social entre diversos pueblos y, por lo tanto, diferentes culturas.

Por otro lado, a medida que los medios de comunicación se han desarrollado, las diversas zonas del amplio territorio mexicano establecen contacto y dan paso a un intercambio cultural, el cual permite que el lenguaje, el arte, las costumbres y tradiciones se enriquezcan con manifestaciones culturales representativas del país que son además una muestra de la riqueza y diversidad de la cultura mexicana.

Fuente: Secretaría de Educación Pública. (2015). Ética y valores I. Ciudad de México.